octubre 24, 2009

03 Como si fuéramos adultos

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Antes de darme cuenta ya me había llamado Miguel para ir a su despacho. Debí distraerme, tendría que haber sido más cuidadoso, pero cuando no pienso con claridad tiendo a ser un poco insoportable. Esto fue antes de mi pequeño asalto al despacho del director. Y allí estábamos, conversando como si fuéramos dos personas adultas:

- ¿Crees que has hecho algo mal, Andrés? -

- No – respondí “al loco”. Era así como le llamábamos, pero no porque lo estuviera, sino porque los niños creían que si hablabas tres veces con él, te llevaban al manicomio.

- Bueno, quizás no sientas que hayas hecho algo malo. ¿Te aburres en clase? -

- No -.

- ¿Y qué tal te lo pasas con tus amigos? ¿Te diviertes? -

- Si, mucho. Estábamos jugando “al hoyo”. La tía de Raúl le ha regalado una bolsa de canicas -.

- ¿Te sientes solo? -.

- Si -.

- Y por eso te sientes culpable -.

Sinceramente, estuve un rato pensando la pregunta para no contestar lo primero que me venía a la cabeza. Intenté centrarme otra vez en la conversación…

- ¿Culpable de qué? -

- Bueno, de que te abandonasen tus padres… -

- ¿Por qué piensa que mis padres me abandonaron?

- Es evidente, por eso estás aquí.

- ¿Conoce usted a mis padres?

- No – se incomodó -, lo siento, ellos… No los llegamos a conocer -.

- Entonces, ¿cómo está tan seguro de que me abandonaron? Podrían haber muerto, ¿no? -

Hubo un momento de silencio. Yo empecé a recorrer con la vista todo el despacho, observando los detalles que decían a favor de su apodo, valorando cual lo hacía más. Mientras, Miguel buscaba como arrancar de nuevo.

- Entonces, ¿crees que te has comportado bien últimamente? –

- Si -.

- ¿Y qué hay de las contestaciones a los dos profesores? -

- ¿Es comportarse mal decir evidencias? -

- ¿Sabes lo que significa “evidencia”, lo que es una “evidencia”?... -

- Sé que para usted es una evidencia que yo esté aquí, que este sea mi hogar, que tenga diez años y que me porto mal en clase -.

- Bueno, se empieza por reconocerlo – me dijo anotando cosas en su cuaderno. Creo que no entendió la ironía con la que le contesté. – Pero no te preocupes, seguro que con el tiempo empiezas a entender que todo esto lo hacemos por tu bien. – Parecía que estaba concluyendo. Debería haber terminado ahí, antes de que metiera la pata. - Y no quiero que te sientas culpable, sino que entiendas qué es “portarse mal”. Recuerda siempre que lo importante es la cantidad: contra menos cosas hagas mejor será tu comportamiento… -

- No Miguel, te equivocas, lo tienes apuntado ahí en mi ficha, tengo más de siete años. Lo que importa en la responsabilidad no es la cantidad, sino la intención del culpable… ¿crees que mejorará mi comportamiento contra mejor suene lo que te inventes? -
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