noviembre 06, 2009

05 Demasiado tiempo para la felicidad

.
A veces pienso en los mejores momentos de mi vida y reconozco que, aunque por aquel entonces no me diese cuenta o me lo tomase como un encierro, mi tiempo en el San Claire fue realmente tranquilo, y debería estar agradecido. Los días pasaron como tenían que pasar, sin incidentes, todo dentro de la rutina que se exigía. Y yo, adaptado ya a esta, conseguí no romperla, y portarme como uno más, sin problemas.

- ¿Qué haces Paula? –.

- Me he despertado porque tengo mucha hambre – me respondió la niña, sabiendo ya lo que pasaría después.

- Toma, pero que no te oiga nadie -. Le dije, dándole unas galletas.

Entenderás que no todo podía ser portarse bien, también tenía que hacer mis pequeñas incursiones a la cocina, entre otras… Y en cuanto a la niña, era una pequeña de cinco años que se había encariñado conmigo. Le ayudaba en muchas cosas, quizás porque me sentía identificado con ella, no lo sé.

- Gracias hermano -.

Me daba pena. Me llamaba así porque no tenía a nadie más y me decía una y otra vez que cuando encontrase un hogar, viviría conmigo, porque ella iba a necesitar a un hermano mayor.

- La profesora Elena me ha dicho que cuando me encuentren una familia voy a ser muy feliz – me comentó una vez - ¿estás feliz? -.

- Se dice “eres feliz” o “estas contento”, y la respuesta es sí – le mentí – termina lo que te han mandado – y no porque no estuviese bien en aquel sitio, sino porque con el tiempo había llegado a la conclusión de que nunca sería feliz en mi vida. En realidad, me equivocaba, pero allí, con tanto tiempo libre, tanto tiempo muerto, ¿cómo se puede ser feliz? No lo entendía.

- ¡Mira qué libro Andrés! ¿Me ayudas a leerlo? –

Me pidió una tarde, mientras yo terminaba deberes. – Espérate a que acabe, ve empezando tú -.

Al menos se entretenía con cualquier cosa. Yo también había conseguido algo de entretenimiento, así no estaba todo el rato jugando con Raúl y Carlos, me cansaba muy rápido. Elena me estaba enseñando a tocar el piano. Bueno, como sabes yo ya tocaba el piano, pero fingía que no sabía. Así me distraía y practicaba. Quizás no me sentía feliz, pero conseguía estar alegre en más de una ocasión. No estaba mal, después de todo.

- “Es un cerdo ganador…” – decía leyendo mal la niña detrás de mí – “mi cerdo no ha hecho trampas…” -.

Yo me volví de golpe - ¿Cómo has dicho Paula? ¿Qué acabas de leer? -.

- Es del libro, mira – contestó enseñándomelo- ¿Ves? Este es el cerdo, y este es el granjero, su dueño. Se llama José.

Me calmé al comprobar que se refería al libro. No sé por qué me había alterado tanto.
.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Espero impaciente el siguiente capítulo...