noviembre 19, 2010

02 Nunca se es libre lo suficiente

El mundo no es suficientemente amplio para todo lo que nos expandimos, por eso es un pañuelo, por eso se producen tantas casualidades, y por eso volvimos a encontrarnos. Aunque en realidad fue porque me siguió.
     
Salía del portal hacia la plaza cuando noté su presencia. No necesitaba disimular, yo no sabría quién era, pero noté que me seguían y fui bordeando calles hasta un callejón, donde me escondí para que me pasara de largo. Era un niño de más o menos mi edad por aquel año, un poco más bajo. Yo permanecía de pie, observándole. Cuándo notó que me había perdido se giró lentamente, me vio, y se acercó hacia mí.

- Además eres listo – me dijo -, sabía que lo eras -.

- No te conozco – le respondí tajante. Ya sabes que no me gustan las sorpresas -.

- Nos conocimos hace unos días en un parque. Te empeñaste en la cartera que acababa de robar -.

La respuesta me inquietó, pero supe disimularlo. - No eres el mismo de entonces, me hablaste en otro cuerpo… ¿Eres como yo? -.

- No exactamente. ¿Tú no saltas en cuerpos, verdad? –

- No -.

Después de tantos años sabía que no podía ser el único, incluso había sospechado de otros, pero nunca me había topado con alguien de mi naturaleza. Pero Fael, que tenía incluso más años que yo, no se parecía en nada a mí, y no solo por el modo de mantenerse inmortal.

- ¿Por qué vives con una familia, pudiendo ser libre? – el gesto de su cara cambió. Ya no estaba jugando, le inquietaba conocerme.

- He vivido de muchas formas diferentes, seguro que al igual que tú. Pero me cansé justo cuando encontré algo interesante -.

- ¿Qué hay más interesante que hacer lo que quieras? –

- Ya he sido libre mucho tiempo, créeme -.

- Nunca se es libre lo suficiente, créeme tú, pequeño. No mientras vivas -.

Fael volvió a cambiar el rostro, ahora nuevamente juguetón. Tenía planes, podía verlo en sus profundos ojos, pero no sabía cuáles. Recordé entonces lo que pasó el día en que nos conocimos, y sentí la necesidad de finalizar aquella conversación.

- Cuando nos conocimos saltaste a otro hombre ¿cierto?, desde aquel niño, justo cuando se desplomó. ¿Qué le pasó a él?

- ¿Qué más da? Ahora es libre… -.

- Ha sido interesante conocerte en el cruce. Quizás nos veamos en el futuro. Pero no cambio esto por nada. Espero que lo entiendas, y te deseo mucha suerte en el camino –.

- ¿Nos volveremos a ver entonces? – parecía contento con mi actitud.

- Quizás – Le respondí mientras amagaba la despedida.

- Yo creo que sí. Cruces hay muchos. Te deseo suerte también -.

- Gracias – de nada, pensé – Adiós – y me marché.
            

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