febrero 04, 2011

09 Perfecto giro

- Un reloj, es perfecto, gira continuamente, siempre trazando el mismo círculo -.

- Sí que para. Es el tiempo el que no se detiene. Pero la máquina, en alguna vuelta tiene que detenerse -.

Tumbados en el sofá verde hablábamos, Laura y yo, de mil cosas, algunas sin importancia, y otras con la mayor del mundo para nosotros.

- ¿Entonces? –

- Te declaro mi… -

- No. Nada de declarar – reíamos -, es absurdo -.

- Tienes razón, declaramos también en la aduana. Es una palabra absurda.

Laura me sonreía, y se apretaba más contra mi, gesto propio de a quien no le basta el tacto de la piel, y busca sentir un mínimo de latidos.

- ¿Cómo lo dirías entonces? – le preguntaba.

- ¿Cómo dirías qué? Porque son muchas cosas las que podrías decir. Lo que pasa es que la gente suele reducirlo todo a contadas expresiones -.

Hacía algo de frío en el salón, pero no lo notaba, absorto en la conversación, en su cuerpo, en sus ojos.

- Que eres única, y tan especial que nunca hubiera imaginado que existías, y que ahora adoro el privilegio tan solo de observarte -.

- De esa manera, tal y como lo has dicho -.

Y volvimos a hacerlo. Nos envolvíamos y nos besábamos dejando caer la tarde, girando sin preocupación.

- Me encantaría detener el tiempo, pararme dentro de esta habitación, contigo -.

- Si viviéramos para siempre, no encontraría otro lugar mejor en el que estar -.

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