febrero 18, 2011

11 Todo un mundo ahí fuera

Disfrutaba en los recreativos. Casi todos pasábamos por allí de vez en cuando. Julio jugaba al billar, practicando para ganarme, seguramente. Yo estaba en una mesa, esperando a Laura, observando la escena que tanta curiosidad me ofrecía.

Paula reía sentada con sus amigos, y su novio. De vez en cuando me miraba para comprobar que yo no la miraba, y así creía, pues yo disimulaba. Algunos compañeros machacaban las máquinas, o jugaban al futbolín, o hablaban con el simpático camarero, riéndose del otro, más borde.

Sin duda era todo un mundo aquello, un lugar raro y algo loco si estabas mucho tiempo, pero alegre. Veías a la gente reír, despreocupados, moviéndose todas las cabezas al son de un baile desigual. Y entre todas las risas, sus ojos, esa mirada reconocible: Fael estaba allí.

Se me cambió la cara, incluso el cuerpo. Me levanté y caminé con tranquilidad hacia la salida, y hacia una de las calles laterales. Fael me siguió de cerca creyendo seguramente que hablaríamos, pero de nada quería yo hablar.

- ¿Qué demonios quieres? – le grité a la cara tras cogerle de la ropa y pegarle con fuerza a la pared. Él me sonreía. – Te dije que me dejaras en paz, ¿no te basta como respuesta? –

- Creo que no es lo que quieres, pequeño. He venido a hacerte una propuesta -.

- No me interesa – dije rápido, y me volví. Entendí entonces que no le valían las respuestas, que me gustase o no, tendría que intervenir de alguna forma.

- Yo creo que sí, y tú no la has oído todavía -. Ya me estaba alejando, pero había durado poco el farol: en cuanto volvió a hablar corrí hasta él y de nuevo le golpeé contra la pared. – Quizás a alguno de tus amigos sí le interese… -

- Escúchame bien, inmortal. No sé como matarte pero te aseguro que si te vuelvo a ver por mi vida encontraré la fórmula, o al menos te causaré un dolor tal que tardarás un par de vidas en olvidarme -.

Le solté mientras le observaba con la respiración entrecortada por el esfuerzo. Ya no sonreía. Cuando iba a hablar otra vez volví a interrumpirle de golpe, marcándole lo poco que me importaba lo que dijese, y en un intento de supremacía.

- Lárgate. Hay mucho mundo ahí fuera. No me necesitas para nada, hagas lo que quieras hacer. Y yo no te necesito. Así que déjame en paz –. Me di la vuelta y me fui despacio, sin volverme siquiera al grito de su respuesta.

- No sabes lo que quieres. Podríamos dominar todo el mundo de ahí fuera, y te empeñas en una pequeña porción, pareces un bebé encerrándote con mortales. ¡Claro que me necesitas!, pero no quieres verlo -.

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