Sabía que sería un buen momento, y no lo dudé, “la vida es valentía”, me repetían muchas veces en Bretaña. Laura intentaba coger todas las bolsas a la vez, me acerqué y me ofrecí a llevarlas por ella.
Se mostró agradecida, y también intrigada, pero caminamos por la calle en silencio un rato antes de que se atreviera a hablar.
- Qué raro eres – me dijo.
- ¿Por qué? –
- Eres el único que hubiera hecho eso -.
- ¿No puedo ayudarte? – le dije sonriendo. Nuestras miradas se cruzaron durante un rato.
- Mis amigas dicen que tienes que ser extraterrestre, que vienes de Marte -.
- No dicen eso, te lo has inventado -.
- Lo dicen. Será por tu estatura… -
- Solo soy un año menos que tú -.
- Aparentas menos -.
Me sentía derrotado. Parecía que no conseguiría nada, y me culpaba por ello. Tendría que haber sido mayor. ¿Por qué habré sido un niño durante tanto tiempo?
- Aunque, si tuvieras menos, no podrías llevar tantas bolsas – me dijo Laura tras pensar un rato, con una sonrisa -.
- ¿Piensas igual que tus amigas? –
- No siempre -.
El nuevo silencio se cruzó con nuevas miradas. Apenas sentía ya las bolsas cortando la circulación de mis cortas manos.
- Si fuera verdad sería el primer marciano que baja a la Tierra solo para ayudarte, ¿no crees? – le respondí, sintiendo un pequeño logro por dentro.