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Calma, tranquilidad, y… el timbre de la alarma repicando como si estuviera en mi oído.
Todos empezamos a correr por los pasillos del orfanato. Se precipitan los pasos, los gritos y el estruendo de la campana, mientras los miedos y la incertidumbre corren más rápido que los niños, buscando la salida, como locos. No sabemos de qué se trata, pero el sonido es suficiente escusa para salir al patio, y preguntar después.
Quizás sea por mi naturaleza, o porque el poco miedo que habitaba en mi interior murió hace mucho tiempo ya, pero una pesada curiosidad me hacía arrastrar los pies. Me di la vuelta y corrí hasta una de las ventanas de la fachada trasera. David, aquel niño inquieto al que di un buen susto por su comportamiento, se agazapaba de árbol en árbol intentando alcanzar la salida: se estaba escapando.
Quien lo hubiera pensado, hace nada estaba viviendo una gran aventura con mis amigos de 12 años del orfanato, y ahora estoy viviendo una real yendo tras David y sus casi 16 años, ¿por qué?, no estoy seguro, pero Carlos y Raúl no me hubieran seguido como ayer, cuando buscábamos el tesoro escondido, obteniendo como recompensa una chocolatina de Margareta, la cocinera. No, esta aventura se separaba de los juegos a los que me había acostumbrado.
Quizás por eso corría todo lo que podía, porque estaba harto, algo que también le había pasado a David. Sabía, desde nuestro enfrentamiento, que terminaría escapándose, y llevaba unos días recorriendo los límites del San Claire. Era cuestión de tiempo. Supongo que no reflexionó sobre lo que le dije, y fue guardando su ira poco a poco, pasando los días en silencio y algo aislado del resto de niños.
Y allí iba: llegué justo para verle cerrar la puerta de golpe a sus espaldas con fuerza tal para hacerla rebotar y dejarla medio abierta. ¿Y ahora? Corrí hasta allí, pero me detuve antes de salir ¿y si huyera yo también? Podría aguantar otro año en la tranquilidad de aquellas paredes. ¿Y si…?
Entre mis pensamientos vi a David colarse en una de las casas de la calle. Entendí entonces que su intención no era huir, de momento, ya que podrían pillarle con más facilidad. Había planeado aquello muy bien: se escondería en una casa hasta que pasara el revuelo… Es más listo de lo que pensaba. Tengo que hablar con él.
Me metí sigiloso en la misma casa y anduve por la estancia, buscando su escondite.
- Sigue sonando Manuel – salía una voz del dormitorio – enciende la radio a ver si dicen de qué se trata. – Una figura se acercaba al salón, donde me encontraba, así que me escondí rápidamente debajo de la mesa.
- Es la alarma del edificio de al lado mujer – respondía el hombre desde el salón – ¿no oyes que es aquí al lado? –
- ¡Me da igual! Enciéndela que no quiero oírlo y vuelve a la cama, ¿por qué estás tardando tanto? –
- Ya va, ya va –.
Aquel hombre torpe, lento y de vieja voz encendió la radio, desde la que sonaba una música alegre con un volumen demasiado alto, y volvió al dormitorio. David lo había pensado mejor de lo que creía: se había escondido en la casa de unos viejos, solos y medio sordos.
Le encontré debajo del sofá. Al verme no supo reaccionar: Le agarré de los pies y empecé a tirar de él, hasta sacarlo fuera. Pero había crecido, era mucho más fuerte ahora, y mis pequeños brazos no daban para mucho más, por lo que consiguió darse la vuelta y golpearme. Cuando se dispuso a repetir el golpe tiré con el pie de la silla hacia mí y la coloqué de forma que, al movimiento rápido del niño hacia abajo, quedase enganchado con la forma decorativa del respaldo, y le hice girar hasta que tocara el suelo, dejándolo tumbado, indefenso y atrapado... Justo donde quería.
- ¡Suéltame o te mato! ¡Suéltame o te mato! – repetía.
- Estas han sido las noticias nacionales – sonaba fuerte desde la radio, silenciando nuestro encuentro – en cuanto a los sucesos internacionales…-
- “Shh”, no grites que te van a descubrir – le dije con ironía, sin soltarle - ¿Por qué huyes? ¿No eres feliz en tu hogar? -
- …y su presidente del gobierno… -
- Ese no es mi hogar, ¡suéltame o te mato! –
- …ha anunciado reformas… -
- Si, si, eso ya me lo has dicho. Pero te estás equivocando, ¿qué vas a hacer fuera, en la calle, solo? ¿Has pensado también en eso o solo en tu pequeña evasión? -
- …la preocupación en toda la comunidad… -
- ¿Y por qué no te vas tú con tu familia?, es a ti a quien quieren más, no a mí. Solo eres tú. Te odio. ¡Te odio!
- …nueva marea tras el naufragio… -
- Escúchame imbécil, que te quede bien claro… - pero me detuve, al escuchar la radio.
- …”Tanio” en las costas de Bretaña. Los vecinos… -
Me quedé pensativo, y David totalmente paralizado, sin saber qué me pasaba. Por la mente se me cruzaron mil recuerdos, mil pensamientos, mil imágenes. – “Bretaña…” -. Tenía que volver al orfanato, al menos un año más. Entendí entonces que me había acostumbrado a vivir tranquilo.
- David – le dije, más calmado – busca una familia, o un grupo de amigos, o un sitio en el que te acojan y te quieran. Pero no estés solo, no te ayudas en nada – me levanté y me dirigí a la ventana, para volver al San Claire.
- Eso es, vuelve con tu estúpida familia – me dijo asustado aún, sin atreverse a levantarse. Y siguió amenazante: – pero ve deprisa, no vaya a pillarles el fuego… –
Calma, tranquilidad, y… el timbre de la alarma repicando como si estuviera en mi oído.
Todos empezamos a correr por los pasillos del orfanato. Se precipitan los pasos, los gritos y el estruendo de la campana, mientras los miedos y la incertidumbre corren más rápido que los niños, buscando la salida, como locos. No sabemos de qué se trata, pero el sonido es suficiente escusa para salir al patio, y preguntar después.
Quizás sea por mi naturaleza, o porque el poco miedo que habitaba en mi interior murió hace mucho tiempo ya, pero una pesada curiosidad me hacía arrastrar los pies. Me di la vuelta y corrí hasta una de las ventanas de la fachada trasera. David, aquel niño inquieto al que di un buen susto por su comportamiento, se agazapaba de árbol en árbol intentando alcanzar la salida: se estaba escapando.
Quien lo hubiera pensado, hace nada estaba viviendo una gran aventura con mis amigos de 12 años del orfanato, y ahora estoy viviendo una real yendo tras David y sus casi 16 años, ¿por qué?, no estoy seguro, pero Carlos y Raúl no me hubieran seguido como ayer, cuando buscábamos el tesoro escondido, obteniendo como recompensa una chocolatina de Margareta, la cocinera. No, esta aventura se separaba de los juegos a los que me había acostumbrado.
Quizás por eso corría todo lo que podía, porque estaba harto, algo que también le había pasado a David. Sabía, desde nuestro enfrentamiento, que terminaría escapándose, y llevaba unos días recorriendo los límites del San Claire. Era cuestión de tiempo. Supongo que no reflexionó sobre lo que le dije, y fue guardando su ira poco a poco, pasando los días en silencio y algo aislado del resto de niños.
Y allí iba: llegué justo para verle cerrar la puerta de golpe a sus espaldas con fuerza tal para hacerla rebotar y dejarla medio abierta. ¿Y ahora? Corrí hasta allí, pero me detuve antes de salir ¿y si huyera yo también? Podría aguantar otro año en la tranquilidad de aquellas paredes. ¿Y si…?
Entre mis pensamientos vi a David colarse en una de las casas de la calle. Entendí entonces que su intención no era huir, de momento, ya que podrían pillarle con más facilidad. Había planeado aquello muy bien: se escondería en una casa hasta que pasara el revuelo… Es más listo de lo que pensaba. Tengo que hablar con él.
Me metí sigiloso en la misma casa y anduve por la estancia, buscando su escondite.
- Sigue sonando Manuel – salía una voz del dormitorio – enciende la radio a ver si dicen de qué se trata. – Una figura se acercaba al salón, donde me encontraba, así que me escondí rápidamente debajo de la mesa.
- Es la alarma del edificio de al lado mujer – respondía el hombre desde el salón – ¿no oyes que es aquí al lado? –
- ¡Me da igual! Enciéndela que no quiero oírlo y vuelve a la cama, ¿por qué estás tardando tanto? –
- Ya va, ya va –.
Aquel hombre torpe, lento y de vieja voz encendió la radio, desde la que sonaba una música alegre con un volumen demasiado alto, y volvió al dormitorio. David lo había pensado mejor de lo que creía: se había escondido en la casa de unos viejos, solos y medio sordos.
Le encontré debajo del sofá. Al verme no supo reaccionar: Le agarré de los pies y empecé a tirar de él, hasta sacarlo fuera. Pero había crecido, era mucho más fuerte ahora, y mis pequeños brazos no daban para mucho más, por lo que consiguió darse la vuelta y golpearme. Cuando se dispuso a repetir el golpe tiré con el pie de la silla hacia mí y la coloqué de forma que, al movimiento rápido del niño hacia abajo, quedase enganchado con la forma decorativa del respaldo, y le hice girar hasta que tocara el suelo, dejándolo tumbado, indefenso y atrapado... Justo donde quería.
- ¡Suéltame o te mato! ¡Suéltame o te mato! – repetía.
- Estas han sido las noticias nacionales – sonaba fuerte desde la radio, silenciando nuestro encuentro – en cuanto a los sucesos internacionales…-
- “Shh”, no grites que te van a descubrir – le dije con ironía, sin soltarle - ¿Por qué huyes? ¿No eres feliz en tu hogar? -
- …y su presidente del gobierno… -
- Ese no es mi hogar, ¡suéltame o te mato! –
- …ha anunciado reformas… -
- Si, si, eso ya me lo has dicho. Pero te estás equivocando, ¿qué vas a hacer fuera, en la calle, solo? ¿Has pensado también en eso o solo en tu pequeña evasión? -
- …la preocupación en toda la comunidad… -
- ¿Y por qué no te vas tú con tu familia?, es a ti a quien quieren más, no a mí. Solo eres tú. Te odio. ¡Te odio!
- …nueva marea tras el naufragio… -
- Escúchame imbécil, que te quede bien claro… - pero me detuve, al escuchar la radio.
- …”Tanio” en las costas de Bretaña. Los vecinos… -
Me quedé pensativo, y David totalmente paralizado, sin saber qué me pasaba. Por la mente se me cruzaron mil recuerdos, mil pensamientos, mil imágenes. – “Bretaña…” -. Tenía que volver al orfanato, al menos un año más. Entendí entonces que me había acostumbrado a vivir tranquilo.
- David – le dije, más calmado – busca una familia, o un grupo de amigos, o un sitio en el que te acojan y te quieran. Pero no estés solo, no te ayudas en nada – me levanté y me dirigí a la ventana, para volver al San Claire.
- Eso es, vuelve con tu estúpida familia – me dijo asustado aún, sin atreverse a levantarse. Y siguió amenazante: – pero ve deprisa, no vaya a pillarles el fuego… –
- ¿Qué fuego? -
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