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El despacho de Luis, ahora mucho más ordenado y con mejor apariencia, era la última escala que tuvieron que hacer Irene y Amalio antes de poder adoptar a uno de los niños de Santa Clara de la Montaña (o como los niños le llamaban, “El San Claire”). Pero la niña pequeña que ya tenían en mente no sería la única que se uniría a su familia.
Don Luis les ofrecía de beber mientras repasaban los documentos que tenían que firmar. Mientras tanto la profesora Elena buscaba a la niña para presentarle a los que serían sus nuevos padres.
- Ya verán qué contentos quedan, es un sol de niña, y acaba de cumplir seis añitos, seguro que no tienen ningún problema – les seguía convenciendo el director – sobre todo queriendo un niño de esa edad… ¿tenían un hijo mayor ya trabajando, no? ¡Cómo pasa el tiempo! Cuando quieres darte cuenta…
Paula sabía ya a qué venía Elena. A veces me pregunto si lo tenía todo estudiado, si llevaba tiempo pensando en la estrategia que se disponía a realizar. Sabía que se iría conmigo a dónde sea desde que me conoció, y más tras el incidente con el fuego. Después de todo lo que había sufrido conocerme fue para ella lo más cercano al concepto de familia que tenía, por eso me llamaba hermano, decía que yo tenía que ser su hermano mayor. Incluso me lo había dicho más de una vez, ahora que recuerdo: si algún día me voy con una familia les diré que tú también vengas. Y aunque yo le daba largas para quitarle su obsesión, insistía.
- Ah, ya están aquí – volvió a hablar el director mientras Elena y la niña entraban por la puerta del despacho – pasa paulita, te quiero presentar a dos personas maravillosas… -
- Estoy encantada de conoceros – dijo haciendo una pequeña reverencia – ¿irá también mi hermano con nosotros?...
Y bueno, sinceramente nunca supe como lo consiguió. Ella no quiso contármelo, por lo que supongo que lloraría, pero lo demás, lo desconozco. Lo único que sé seguro es que lo logró: nos adoptaran a los dos. Aunque no me convenció al principio, lo reconozco: me gustó que lo hiciese. En cuanto lo solucioné todo para que fuera posible estuve encantado de aceptar a la nueva familia. Todo gracias a ella.
Sin duda era demasiado lista y resuelta para su edad.
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El despacho de Luis, ahora mucho más ordenado y con mejor apariencia, era la última escala que tuvieron que hacer Irene y Amalio antes de poder adoptar a uno de los niños de Santa Clara de la Montaña (o como los niños le llamaban, “El San Claire”). Pero la niña pequeña que ya tenían en mente no sería la única que se uniría a su familia.
Don Luis les ofrecía de beber mientras repasaban los documentos que tenían que firmar. Mientras tanto la profesora Elena buscaba a la niña para presentarle a los que serían sus nuevos padres.
- Ya verán qué contentos quedan, es un sol de niña, y acaba de cumplir seis añitos, seguro que no tienen ningún problema – les seguía convenciendo el director – sobre todo queriendo un niño de esa edad… ¿tenían un hijo mayor ya trabajando, no? ¡Cómo pasa el tiempo! Cuando quieres darte cuenta…
Paula sabía ya a qué venía Elena. A veces me pregunto si lo tenía todo estudiado, si llevaba tiempo pensando en la estrategia que se disponía a realizar. Sabía que se iría conmigo a dónde sea desde que me conoció, y más tras el incidente con el fuego. Después de todo lo que había sufrido conocerme fue para ella lo más cercano al concepto de familia que tenía, por eso me llamaba hermano, decía que yo tenía que ser su hermano mayor. Incluso me lo había dicho más de una vez, ahora que recuerdo: si algún día me voy con una familia les diré que tú también vengas. Y aunque yo le daba largas para quitarle su obsesión, insistía.
- Ah, ya están aquí – volvió a hablar el director mientras Elena y la niña entraban por la puerta del despacho – pasa paulita, te quiero presentar a dos personas maravillosas… -
- Estoy encantada de conoceros – dijo haciendo una pequeña reverencia – ¿irá también mi hermano con nosotros?...
Y bueno, sinceramente nunca supe como lo consiguió. Ella no quiso contármelo, por lo que supongo que lloraría, pero lo demás, lo desconozco. Lo único que sé seguro es que lo logró: nos adoptaran a los dos. Aunque no me convenció al principio, lo reconozco: me gustó que lo hiciese. En cuanto lo solucioné todo para que fuera posible estuve encantado de aceptar a la nueva familia. Todo gracias a ella.
Sin duda era demasiado lista y resuelta para su edad.
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