- Podrías liderarles -.
- Ni siquiera quise salvarlos. Yo protejo este sitio, ese es mi único bando -.
Después de la escaramuza descansamos en el amplio salón de aquella fortaleza de piedra, inmensa, solitaria, derruida. Comíamos algo, él y yo, junto a una chimenea encendida, sentados en unos sillones muy viejos. El resto de personas que habían huído hacia el bosque reposaban lo vivido, repartidos en otra sala.
Aquel jóven vestía ropas largas verde oscuro. Me agradeció la ayuda en la batalla con aquella comida, y conversamos entre ecos como dos seres que se sabían distintos, mejores a los que dormían, y temían, en la otra sala.
- ¿Por qué no lo haces tú, ya que preguntas? -
Sabía que sería más listo que yo. Era del sexto círculo: superiores a los mortales en todos los aspectos, incluso superior a mi. Pero incapaz de renacer como yo: si moría, moría.
- Tampoco tengo bandos -.
- No he dicho que no lo tenga. Mi bando es no intervenir -.
- Ya había oído eso antes: “respeta, pero no intervengas…” -.
- ¿Ves a tu alrededor? Este sitio guarda misterios de la esencia de lo que somos. Los mortales son impacientes, necesitan identificarse rápido con algo. Pero la neutralidad, es una de las primeras cosas que aprendemos nosotros: no hay prisa por avanzar mientras avanzas, ni por girar mientras no llegue la curva.
- ¿Y por qué no nos lideras, es decir, a los no mortales? -
Su risa rompió la frialdad de aquella construcción, como una brisa que renueva el aire encerrado por años.
- ¿Y conseguir qué? ¿Qué buscarías en tu lucha? -
- No lo sé. Quizás transmitir esa enseñanza. No todos los círculos son partidarios de la neutralidad, de no inmiscuirse en problemas de los mortales. Algunos son capaces de causar mucho daño -.
- Deduzco que alguno te ha hecho especial daño…. -. La brisa paró, y cruzamos las miradas.
- Andrés, ni siquiera tú sabes qué quieres ¿cómo enseñar? Y al que no acepte ¿por qué imponerle? He visto a muchos matar por diversión, y a otros morir por proteger. Yo tan solo defiendo este lugar, y eso es al final lo que cuenta: no hay ni bien ni mal, tan solo una elección -.
- Pero tú eliges no intervenir, no tiene sentido: existe el bien, mientras eliges hacerlo -.
- Cierto, pero solo si lo eliges. Muchas veces una acción conlleva cosas que no has elegido, a las que te tienes que enfrentar, y de las que se derivan problemas. Y la mayoría de los problemas provienen de gente que no es capaz de enfrentarse a sus problemas. Así que, dime, ¿por qué provocar más?
Desde la ventana se oía el desagradable chirrido de las máquinas, precisas, inhumanas. También pasos, y voces, y miedo.
- ¿Por qué luchar entonces? -
- Porque quieres hacerlo. Porque quieres encontrarla de nuevo -.