enero 14, 2010

11 Postdata en el San Claire

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Escala tras escala comparto unos últimos momentos de estancia en el orfanato con Elena, quien me enseña a tocar el piano. Mientras repaso mentalmente lo vivido en los últimos tres años, tres años casi justos, a falta de unos días para mi cumpleaños; y solo encontraba falsedad.

Los juegos con los niños, las peleas con los profesores, el enfrentamiento estúpido con David, mi inútil relación con Elena,… No podía más, sentía la necesidad de explotar…

Mis dedos comenzaron a vibrar solos y la escala dio paso a otros acordes que, para Elena, aún no conocía. Toda la vida me parecía una farsa, una consecución de acontecimientos sin sentido que no llevaban a nada, porque yo no concluía nada.

Seguí tocando melodías, saltando de una pieza a otra según las iba recordando, bajo la atónita mirada de la profesora. Aquello no estaba bien y lo sabía pero, ¿qué estaba bien? ¿Qué era lo correcto? ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿A qué me tenía que aferrar?

Paré de golpe las manos, exhausto más por mis pensamientos que por estas, y dejé la vista fija, esperando que algo irrumpiera aquel momento.

- ¿Cómo, no…, por qué no me dijiste que sabías tocar el piano? – Me preguntó.

- Porque quería estar contigo – le dije mirándola. No me sorprendió la reacción de sus ojos, entre perpleja y asustada – Se más de lo que piensas Elena, pero siento que nunca lo sabrás. – Volví a dejar la vista al frente – Todo esto es inútil.

- No te entiendo Andrés… - me dijo con la voz temblorosa – No sé…

- No nos volveremos a ver nunca más. Espero que seas muy feliz. Adiós -.

Me levanté y me fui de la sala. Nunca había tenido una despedida igual, aunque he de reconocer que cada despedida que he tenido ha sido siempre muy distinta a las anteriores. Creo que es así como debía ser, estaba harto de todo pero ¿qué otra cosa podría hacer? Ahora que sabes la verdad, espero que lo entiendas.

- Nos vamos a las doce hermanito, ¿tienes todo listo? – me dijo Paula en las escaleras, arrastrando un pequeño saco.

- ¿No te lo han dicho? A mí me acercan a la tarde, tengo que ayudar a la profesora Elena en una tarea – no aparecería para desmentirme tras el shock - ¿se lo dices a Amalio e Irene de mi parte?

- ¿A papá y mamá? Yo se lo digo. Nos vemos esta tarde entonces en ¡nuestra nueva casa! – dijo efusiva antes de marcharse.

Si iba a continuar con aquello, tenía que hacer las cosas bien, y sabía quién me podría ayudar: Tenía que hacerle una visita a David.
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